12 de abril de 2010

Laberinto



En la penumbra del laberinto existencial, transitan las cuatro estaciones, hay días de lluvias, días de sol, aun no paso el primer otoño, y la mayoría del tiempo es invierno.
Ella camina despacio, tratando de descifrar cosas escritas en las paredes de sus pensamientos, pero son complicados jeroglíficos que no logra descifrar.

Se encuentra con espejos en los que se refleja de diferentes maneras, tropieza con el calidoscopio que va dando colores y matices a sus razones de ser. Aun no entiende, pero guarda silencio. El silencio, aunque a veces mortifica, la libera del bullicio de ese mundo exterior al que a veces prefiere no pertenecer, porque siente que se pierde en el.

Escucha frases y uno que otros versos de Neruda, que se van bordando en su memoria por aquello de la ilusión de la vida y su poesía. Porque aunque un tanto contradictorio ella cree, que también en los laberintos existe la poesía en prosa. ¿Y que es el laberinto sino la vida misma? El interminable compendio de ilusiones perdidas y esperanzas que se esfuman como una especie de visión óptica. De repente, la frase de amor que la rescata del abismo; pero solo momentáneamente ya que siempre existe el fantasma que rompe y pisotea de golpe con su indiferencia lo importante de ese sentimiento. Luego, comienza el ciclo y lucha por encontrarse a si misma, con la valentía y toda la pasión que la caracteriza.

Mientras avanza por ese camino, nota como se desprenden desde arriba pantallas gigantes en los que observa cada uno sus recuerdos como película silente proyectados en secuencia. Detiene sus pasos; ya la vence el cansancio. Las noches de desvelo le reclaman a su mente y su cuerpo exhausto: son las tres de la mañana y no logras conciliar el sueño, cierra sus ojos para encontrar un alivio, y solo ve cuerpos rígidos encadenados a los recuerdos con manos incompletas, rostros sin los rasgos físicos característicos de los mismos. La cavidad del pecho de algún ser humano que aparentemente parece conocer pero de momentos es un rostro en blanco, mostrando solo una cicatriz en el corazón de profundidades imposibles de imaginar. Creo que el agotamiento la hace desvariar, estaré tocando fondo, ó a caso me falta aun más; se pregunta con ansiedad.

Antes de quedarse dormida, pide entre sollozos al dueño del universo, al único que hace posible lo imposible que la rescate de su propia búsqueda, es un camino cuesta arriba y ya esta cansada de andar.