13 de noviembre de 2012

Temprano





Desperté temprano. Mi reloj interno no teniendo en cuenta que logré dormirme casi a las 5 de la mañana, me levanta abruptamente. 7:30 am….no puedo creerlo. Llueve afuera, me quedé quietita en la cama escuchando las fuertes gotas golpeando el cristal.  Así suele golpearme el insomnio, cada día duermo menos. ¿Será la vejez prematura que empieza apoderarse de mi sutilmente? pensé, sin poder evitar  la mueca automática de fastidio dibujándose en mi cara .  En unos  meses más, dormiré menos aún; o no no dormiré del todo.  Correrán los días, las semanas, los años, se juntarán el día y la noche, todo se convertirá en la continuación de una cosa y otra; en una especie de confusión existencial.

No para de llover y ese torrencial de agua bravía, me arrastra por dentro a mi también.  Cierro mis ojos y veo la sombra de su rostro dibujándose despacio frente a mi, extiendo mis brazos, casi puedo tocarlo.  Sonríe y luego se esfuma dejándome su nombre apretando mi garganta para que yo lo pronuncie y al hacerlo, no me escucha.  Él nunca escucha.    A caso no sabe que yo digo cosas sin decirlas, que sin pronunciar palabras también se dicen cosas, se sienten cosas, duelen cosas.  La casa esta en silencio, escucho mi respiración y el bombeo apresurado de la sangre corriendo por mis venas. Vuelven las gotas a tocar el cristal, esta escampando y como contraste ahora llueve adentro.

Me abrazo a la almohada.  Suelo imaginarme en unos años distinta. Mirándome al espejo ya no seré la misma, ni por dentro, ni por fuera; seré solo una versión de mi. Algo atropellada por los años, más  o menos triste, más o menos sola, pero sin la preocupación de lo que pueda suceder mañana, porque creo que en esa etapa de la vida, es el hoy lo que cuenta.

No tendré un gato por que los detesto, ni mucho menos un perro que me acompañe a caminar o  que se siente conmigo a contemplar  el atardecer mientras grabo en mi memoria nuevos recuerdos. No estará él, pero si cuando cierre mis ojos y vuelva el perfil de su rostro a dibujarse como una sombra; como cada día. Y querré pronunciar su nombre, pero esta vez lo haré en voz baja y tampoco escuchará, porque él nunca escucha. Y querré tomarle la mano para morderle suavemente los dedos y tampoco podré.  Y  tampoco entenderá que al hacerlo, esas acciones silentes aunque fuesen pequeñeces eran todo lo que yo tenia todo lo que me hacia feliz en esta vida.

Se entumecieron mis piernas, al extenderlas, siento un hormigueo.  Fluye de nuevo mi sangre, aun abrazada a la almohada, bostezo y me duermo.